martes, 5 de junio de 2007

Luis Francisco Esplá consuma el destoreo

Esplá rezuma vieja torería, antañones sabores, desparpajo. Se viste muy bien y es peculiar; lleva un capote de vueltas azules... Ya. Pero no torea. Es cierto, últimamente Esplá, Luis Francisco, Paquito, no torea; hace como si tal cosa, pero no torea, lanza las embestidas, gira sobre las piernas a la velocidad de las centellas, no embarca el viajes, no adelanta el engaño y encima, para colmo, descarga las suertes. Es norma que no arriesgue en banderillas, que se dé tantas ventajas con los palitroques, pero que consume así el destoreo es ilógico, máxime cuando significa tanto su nombre para los aficionados y para la propia tauromaquia. El sábado se alió el viento con su destoreo y destemple; pero nunca se confió, parece que buscó aposta los peores terrenos y pasó por la plaza como de puntillas. Sin embargo, ayer el destino le deparó un encastado animal de Herederas de Bohórquez –bellísimo, por cierto– con el que ofreció un auténtico recital de la nada. Si el toreo es parar, templar, mandar y cargar la suerte, no fue capaz de cumplir ni uno sólo de aquellos memorables axiomas. Ahora, si el toreo es correr y respingar, el viejo maestro estuvo sublime. El toro requería mando y poder y el alicantino se limitó exclusivamente a acompañar los viajes, a descargar la suerte. Y encima, recetó un bajonazo imperial. Se lamentó profusamente, con tetralidad, con dominio de la mercadotecnia. En eso es un genio consumado, un torero necesario. Pero el Esplá maestro, el mestre del mediterráneo, no vino a Madrid, vino un embaucador. Y bien que lo siento.

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Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

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