lunes, 23 de julio de 2007

Lo peor es que me lo he creído (no sé si embaucado pero seguramente persuadido)

En Barcelona viví sensaciones difíciles de explicar. Sentí un orgullo ancestral, un amor supremo (A Love Supreme) que diría John Coltrane, un desgarro impredecible. Sentí la emoción misma del toreo: regresaba José Tomás, que era algo así como un sueño, como un cuento de Borges, como una greguería imposible de Ramón Gómez de la Serna o como uno de esos relatos metafísicos de Wenceslao Fernández Flórez. Disfruté aquel día sumido en una ilusión incontestable. Además, salió el toro y afloró el toreo. La fiesta misma; el natural de José Tomás, su capote, la serenidad de su mirada inalcanzble. Y también la contestación apolínea de Cayetano. Fue mágico. Volví a la realidad quizás no sé si embaucado pero seguramente persuadido. A partir de aquel 17 de junio y de predicar a los cuatro vientos todo lo vivido en Barcelona, los negros nubarrones de los toros no toros seleccionados para el regreso del mito empezaron a asomarse por la blogosfera. La prensa tradicional miraba y sigue mirando, como ha hecho tradicionalmente –excepto contadas ocasiones– hacia otro lado; curiosamente hacia el sol que más calienta, para más señas. Y ayer en Ávila se consumó el (pen) último atropello –habrá más, sin duda y muy a mi pesar–. Y el toro se esfumó, y salió la cabra, la cabra de Zalduendo que no es una cabra cualquiera, es una cabra pedida y exigida, una cabra mimada, una cabra torticera que se consuma con sus embestidas de piruleta. No eran ni cabras, eran piruletas. Y estaba toda la prensa, había escritores, politólogos, plumillas, duquesas, radioaficionados, locutores, políticos, amigos y deudores... Estaban todos menos el toro y eso que se trataba de una corrida organizada para la defensa de la fiesta (que no de la siesta). Y los taurinos volvieron por sus fueros y hubo dos culpables de que salieran cabras o piruletas y no toros: José Tomás y Julián López 'El Juli'. Nadie les pedía que se las vieran con una corrida de Bilbao, nadie... Pero de eso a trajinar seis novillejos de Zalduendo hay una diferencia colosal. ¿O no? Peor para ellos, pero en esta fiesta el peor para ellos es el peor para nosotros mismos ¿O no?

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Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

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